Con éste título abrimos un capítulo fundamental
sobre cómo crear una sociedad, un mundo, cada vez más consciente.
La razón por la que los adultos tenemos falta de
consciencia puede variar, aunque por regla general suele derivar de la herencia
socio-cultural y familiar en la que se desarrolla nuestra época de aprendizaje
y crecimiento.
Por ello es fundamental que acompañemos a
nuestros hijos a lo largo de su infancia, sin olvidar que no deben dejar nunca
de ser ellos mismos para convertirse en una copia nuestra. Como dice el poeta khalil
Gibran, "Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa
de sí misma".

Por ello los adultos debemos ayudarles a ser
ellos mismos y contaminarles lo menos posible. Debemos ser una guía en su
camino, una orientación, siempre enseñándoles a tomar sus propias decisiones, a
confiar en sí mismos y andar sus propios pasos, únicos y perfectos. Es
importante escucharles, darle importancia a aquello que para ellos es
importante, aunque para nosotros sea una tontería; debemos fortalecer sus auto-estima,
reconociéndoles los logros y evitando las etiquetas sociales.
Los adultos pasamos media vida tratando de volver
a ser niños. Crecemos olvidándonos de ser quienes somos desconectándonos
de nuestra verdadera identidad, vamos entrando paulatinamente en un estado de
distracción, y en ese estado, los valores pierden protagonismo y nuestra
consciencia se debilita.

¿Y si nunca hubiésemos caído en el letargo? ¿Y si
desde el principio hubiésemos reconocido nuestra auténtica identidad y hubiésemos
crecido con ella, despiertos, presentes, conscientes? El mundo sería
maravilloso, perfecto.
Nuestro entorno actual, la sociedad compleja,
injusta y con una gran falta de conciencia no es ni más ni menos que la suma de
millones de adultos aletargados. Y hay un sentimiento común de disconformidad.
Un deseo ahogado de que las cosas sean de otro modo.
Y pueden ser. Como padres tenemos la
oportunidad de oro de cambiar el mundo. De criar hijos conscientes,
presentes y auténticos.
Los niños vienen al mundo cada vez más despiertos
y desentonan con la sociedad en declive que les "acoge". Es una
enorme contradicción estar disconforme con la sociedad, pero seguir criando
niños bajo los mismos paradigmas. Si de veras deseamos cambiar el mundo,
comencemos por nosotros mismos, vivamos en coherencia con nuestro deseo
interior y cambiemos patrones, rompamos moldes y quememos etiquetas.
Mostremos a nuestros hijos cómo ha de ser un
mundo justo, equitativo, responsable con el medio ambiente, respetuoso con el
mundo animal... Informémonos de cómo ejercer un consumo responsable sin
consecuencias nefastas para otros seres; enseñémosles el respeto por todo y
por todos.
El mundo no cambia sino lo hacemos nosotros.
Nuestros hijos no traen vendas en los ojos, son grandes sabios que conocen los
secretos que tanto anhelamos que nos sean revelados. No les vendemos los ojos,
dejemos que sigan siendo sabios y creen un mundo perfecto.
"Todos nacemos sin ego. El recién nacido es pura conciencia. Conciencia fluyente, lúcida, inocente. No existe el ego". Osho.
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